viernes, 30 de enero de 2015

TRES

Habitar el espacio del sueño
sembrando las colinas
Aprender esgrima con las puntas 
de los dedos,
que la voz sea barco y pez
camino siempre
Que la lucha sea abierta 
como la dentellada de una leona 
en el páramo del fin del mundo
Solo así tendrá sentido 
la derrota de un lucero 
en la espesura
de la gran ciudad.


DOS

Antes de que el párpado se cierre, canta

Que el pájaro que es la noche 
brille en lo alto de la piel de luna,
para que la entrada a los dominios del halcón
sea más sencilla.
Déjate llevar por escalones esponjosos, 
avanza sin esfuerzo en la virtud de imaginar.

Todo está permitido en el reino de las musas.


UNO

Escribir haciendo temblar las calles y los labios
que cada palabra resuene
en la línea discontinua del poema
formando la espina dorsal de la locura, 
latiendo puentes.

CCLXXXIX

En el umbral del deseo habitan las palabras profundas,
esperando una oportunidad para salir. 
La noche y su reina, el cruce de lunares,
la siempre mezcla de pieles y sexos,
provocan su estampida.


CCLXXXVIII

La sensibilidad como etiqueta.
A menudo me lo dicen: eres un chico sensible. Y os prometo que me halaga recibirlo. Creo que la etiqueta responde a la imagen pública, a la manera que tengo de volcarme en el poema, eligiendo no tapar nada. 
Pero luego esa etiqueta se extiende como la mermelada en el pan de la mañana, y si entro en la terna de solteros de ciudad, paso de ser sensible, a ser Aquaman en un entorno dominado por tipos duros tipo Logan, con toda esa carga dramática y la testosterona a punto de romper. Ombligos de hombres que mantienen a raya a mujeres que se mueren por sus huesos, tan edición especial, que están dispuestas a todo por vivir un amor inflamable.
Los miro desde mi cara angulosa, mis piernas tipo mantis, desde la ausencia de cuartos traseros. 
Medio kilo de poema y una tendencia a pasar desapercibido. 
Así es imposible como podréis imaginar. Mi índice de popularidad en el amor baja mes a mes. Lo certifico cada día 7 con un dolor de poema.
Eso sí cuando me toca subirme al escenario cambia la historia y soy otro. Las tablas me dan lo que la vida me esquiva.


CCLXXXVII

Si pudiese elegir 
diría labio y calor, cuerpo
que la herida se cura
besando a través de la piel 
y los sexos.


CCLXXXVI

Devaluar la sonrisa, ejercerla a destiempo, sonriendo como si la sonrisa fuese otra cosa. 
Decir te quiero como si se suscribiera en la memoria del otro, ese mensaje gris pálido, miedo, tan falto de calor como la palabra piedra.
Elegir las palabras que conforman el verso como quien acumula extractos de banco y los almacena en carpetas cuadradas.
Todo eso y más, nos hace mucho menos.