domingo, 23 de noviembre de 2014

CCXL

Tengo una inclinación natural 
a escribir poemas de madrugada cuando vuelvo de la noche, 
justo en esa hora en la que el estómago dicta argumentos,
flechas que prenden huecos, tímidas razones.

La soledad apenas puede sostenerme
en ese momento en el que me gustaría ser mucho más que yo.

CXXXIX

Arroja los ojos
en el intento
de dibujar un atardecer 
Si nada veo, dice
quizás pueda llegar
a lo profundo
de esta herida azul.

CXXXVIII

Desatémonos las normas
que ningún cielo venga a decirnos: esto es una nube, esto es una cruz 
que nada sea evidente
en el poema 
permitámonos la posibilidad
de rozar el vientre de la duda a cada palmo,
acariciando todas las luces del umbral.

CXXXVII

Aterrizo en Madrid, 
esa ciudad 
asediada de versos, 
donde en cada esquina 
se anuncia 
un evento poético.


Tengo deseos de escuchar a algunos poetas 

que todavía no he disfrutado en directo 
y por otra parte siento la necesidad de desatar mi voz.
Espero cumplir ambos deseos muy pronto.

CXXXVI

Este oficio de equilibrista
se ofrece en paréntesis y te dice:
prueba,
intenta romper el límite
cambiando el orden establecido
limpia la noche
de parabrisas de ciudad
planea ejércitos de rutina
que cada palabra sea un nido
muchos son los que caen en la grandeza
inflamándose el pecho de Dios
hay un elegido en cada esquina editorial
la poesía pierde
en estos casos
la soltura de los parias
a cambio de una cuadra
en la casa del libro
Ella, la eterna nómada
ofrece desde los inicios
inmortalidad a cambio de nada
que todos mis huéspedes
sean
jóvenes de locura
dice 
entender de una vez que no hay ciencia
en mi boca,
mi cuerpo es un sesgo cognitivo.

CXXXV

El monje reza
al escucharlo es como si
muchas tonalidades se mezclaran en un sentido mayor
sientes el relámpago
desde la cabeza
bordeando la espina dorsal hasta los pies

CXXXIV

En Kioto cada ciudadano se gestiona su propia basura. 
No se ve ni un papel, colilla de cigarro, lata vacía. 
Si de algo están incendiadas las calles es de hojas de otoño.

CXXXIII

El eco de la montaña
bascula hacia su hombro derecho
en el intento
de definir un nombre
Asomada
al vértice del camino
su figura asume la belleza
del cristal
de manera simultánea
el último rayo de la tarde
establece una red caleidoscópica
que desequilibra
la poética de la tarde
Dos disparos
en una misma dirección
que se pierden en las fauces
de su reino,
mientras vuela una vez más
hacia el centro de la noche.

CXXXII

Hay un mundo
de exactitud 
en el movimiento 
de la piedra 
cuando reposa 
en la lluvia
y crece
a los ojos
del mundo.

CXXXI

Te dibujo a medias
por miedo a que en el juego
suspendan el cielo y ya solo nos quede un balcón con vistas infinitas 
Si te tengo y no
todavía vuelas y yo
puedo descubrirte
en cada ladera o labio
tantas veces
como manos nuevas.

CXXX

En Kioto el tiempo se detiene en dialectos de bambú.

CXXIX

Escribir es tatuar el idioma del silencio en una hoja,
descubrir qué late detrás del espejo 
Dibujar por ejemplo esa tarde y que aparezcas,
como una llave de mujer 
a cada curva de mis dedos 
tan nítida como una puesta de sol
cuando ya no me queda
ni una hoja de otoño en el paraguas. 

CXXVIII

Una vez te desprendes del ego, la ciudad, los pronombres
la naturaleza es.

CXXVII

Viajar es perder una ínfima parte de ti mismo, 
para recuperar una parte mucho mayor.

CXXVI

A veces el cielo se queda toda la belleza, 
imposible contestarle desde el poema.

CXXV

Inspirar
espirar
a veces es todo tan sencillo
que la alegría de estar vivo 
es el primer paso del resto
de tu vida.

CXXIV

Hoy en un trayecto de 50 minutos en tren se ha detenido el tiempo y me he puesto a escribir, disfrutando cada curva, dejando al ego de lado.
Hoy me he puesto a escribir como dibujan los niños y he recordado muchas cosas importantes, casi todas ellas triviales si las medimos por los valores que rigen el mundo.
Hoy he sentido más que nunca la responsabilidad de seguir haciéndolo. Una responsabilidad hermosa, que latirá conmigo mientras la mirada aguante. 
Dejo atrás al hombre atormentado, al débil, al sumiso, el que se pierde en el trayecto del poema.
Hoy es mañana.
Dejo el trabajo de máquina, yo nací para observar y descubrir, esa es mi naturaleza. 
No voy a perder el tiempo a cambio de unas monedas, necesito inventarme de lunes a domingo. 
Lo siento por las calles iguales, los semáforos, el hueco del ascensor, la siempre escalera del metro.
Pido perdón a los diarios, los cafés de mediodía, los gimnasios, las tiendas de ropa, los pasos de cebra, las bocinas. 
Yo soy otra cosa. 
Desde hoy hasta el último día de mi vida, voy a ir quitándome todas las cadenas que acumulo. 
Elijo ensanchar, pedir la palabra. Dotar a mi cuerpo de la libertad necesaria.

CXXIII

El eco de la mañana
se propaga por colores
despejando el camino
del poema.

CXXII

En el silencio
del crepúsculo
habita la pregunta
dispuesta a cuestionar
todas las respuestas.