domingo, 17 de enero de 2016

222

Como siga pidiendo perdón constantemente, mi vida se irá con otro que tenga el cuerpo más sano y la mente más libre. 
Llevo pidiendo perdón desde pequeño, intentando hacer el menor ruido posible. Quizás por ello desde entonces fantaseo mucho y me quiero poco. Me aíslo en una supervivencia de ombligo.
No he estudiado lo suficiente como para vivir ahora debajo de una camisa y una corbata( ni querría)
Pero ahora sé que si fuese el niño de entonces, respondería a la pregunta enfatizando que quiero ser actor y poeta. Tú estás como una cabra hubiera dicho mi padre y yo ahora 20 años después le doy la razón.
No he publicado por varias razones. La primera es que hoy en día todo el mundo publica y el libro de versos pierde su valor( no hablo monetario, sino de pegada)
Los poetas tienen que luchar con nuevas editoriales que lanzan híbridos productos de mercado en una relación de 200 a 1, y así no hay poemario que se convierta en ola. 
Tampoco he publicado porque todavía dudo de cada poema que escribo y ando siempre recortándolos, desmembrándolos e incluso abandonándolos a su libre albedrío. 
No creo en los recitales, cada vez participo en menos, no me gustan. Favorecen determinados aromas que me es complejo asimilar y me resisto a dar el paso. Eso no quiere decir que en contadas ocasiones me acerque donde hay calor, buen vino y palabras. Y que incluso yo contradiciéndome, planifique recitales y despierte la ilusión que tengo debajo de la almohada. Pero casi siempre son recitales a dos o tres, porque me interesa mucho más la creación conjunta o esa mezcla de voces y verbos.
Recitar solo, no. La soledad y yo ya somos uña y carne como para seguir juntos también sobre el escenario.
Del teatro digo Amor. Porque todo lo que me ha pasado hasta ahora es bonito. Trabajar en proyectos ideados entre amigos y una escuela que es el nido. 
Pero todavía no me he enfrentado a lo que hay detrás, después, a la izquierda. Por lo que tengo una visión romántica que terminará rompiéndose en un breve espacio de tiempo.
Pero a pesar de los pros y los contras, me gustaría dedicarme a mezclar estos dos mundos con otros similares el resto de mi vida.
El arte me ha salvado de la locura
y me empuja día a día, pasito a pasito, a dejar de pedir perdón por todo, empezando porque ya no voy a pedir perdón por amar, y si voy a empezar a exigir respeto.


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