Coincido muchos días en el
gimnasio con una chica.
Morena, ojos castaños, pelo a la altura de los hombros y unos 35 kilos.
Utiliza camiseta sin mangas, pantalón corto y suele llevar unas zapatillas blancas.
Se le nota cada hueso, como si su cuerpo fuera de antemano una pieza del museo de ciencias naturales.
Suele entrenar mirándose al espejo, levantando pesas pequeñitas, a veces la he visto en la máquina de tríceps.
A su lado deambulan tipos que podrían aplastar al mismo Lobezno con las manos. Sufro pensando que alguno de ellos pueda llegar a rozar su anatomía de cristal, sin ser consciente de que ella, ya está demostrando mucha más fuerza que todos nosotros juntos.
Morena, ojos castaños, pelo a la altura de los hombros y unos 35 kilos.
Utiliza camiseta sin mangas, pantalón corto y suele llevar unas zapatillas blancas.
Se le nota cada hueso, como si su cuerpo fuera de antemano una pieza del museo de ciencias naturales.
Suele entrenar mirándose al espejo, levantando pesas pequeñitas, a veces la he visto en la máquina de tríceps.
A su lado deambulan tipos que podrían aplastar al mismo Lobezno con las manos. Sufro pensando que alguno de ellos pueda llegar a rozar su anatomía de cristal, sin ser consciente de que ella, ya está demostrando mucha más fuerza que todos nosotros juntos.
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