Cuando yo tenía 5 años mi madre se pasaba las horas muertas dibujándome a naranjito, citronio y clementina.
Se sentaba en una silla del cuarto de estar conmigo encima y comenzaba a dibujarlos. Yo me podía tirar tardes enteras embobado mirándola. No hablaba, no me movía, tan solo seguía con los ojos las líneas que mi madre esbozaba en el papel.
Cuando terminaba el dibujo y me lo dejaba, yo intentaba copiarlo y era imposible.
Mi madre es una maga, lo he sabido desde ese día.
No le ha hecho falta dibujar más veces, pero nunca desde entonces, he habitado el día en el que de una u otra manera, haya hecho la misma alquimia, ya sea con un beso, una palabra o un gesto.
A mi madre le debo mi amor por los cómics y la escritura, porque pronto me di cuenta, que yo tenía otra forma de poder hacer algo parecido con un papel y un lápiz. Por eso no hay día que no ame como ella me ama.
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