Desaparecen los buzones, sus estómagos ya famélicos se estiran en un último latido. A cada calle, hay un rastro de letras por el suelo. De vez en cuando alguien intenta armar una frase con los restos, pero las letras ya son agua y el poema es la ciudad entera.
Yo me pongo a hacer flexiones, abdominales, boxeo con mi reflejo hasta la extenuación, no quiero asomarme a la realidad del desapego, la certeza del lenguaje, la distancia que nos hace otros, los que no fuimos.
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