Últimamente me falta una mano para escribir, la vida me arrolla las horas y no alcanzo.
Me gustaría exiliarme, caminar en paralelo, desnudarme o girar, cambiar pautas por sueños.
Pero por más que lo intento, ya no puedo alcanzar la luna con la libertad necesaria.
Me apago.
De caminar baldosas me he vuelto gris, desconfío del amor y los carteles de las grandes superficies. Solo veo mercados y leyes de intercambio. Pujas interminables entre soledades apátridas que se usan para tapar huecos insondables.
No se tapa la vida con otra, si acaso se aprende el lenguaje.
La selva de cemento lo resume perfectamente.
Sólo hay pintadas dentro de las pantallas de los teléfonos móviles,
mientras inmóviles esperamos las respuestas que las paredes ya no pueden darnos.
Yo necesito respuestas.
Necesito que alguien me diga que la palabra deseo no es una palabra, ni un puñetero emoticono.
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