El contorno de su voz era como una cascada
que golpeaba la distancia y los pronombres
que golpeaba la distancia y los pronombres
Decía cualquier cosa
y los minutos se contaban la espalda
en el intento de aproximarse a cada matiz
y los minutos se contaban la espalda
en el intento de aproximarse a cada matiz
Creerme si os digo que por entonces
existían los dragones
y la propiedad conmutativa de los sueños
existían los dragones
y la propiedad conmutativa de los sueños
Que era primavera la primera luna de enero
y los gatos siempre sabían volver
y los gatos siempre sabían volver
Su melena era un desarraigo formal
o ese principio de bosque
por donde perder los ojos y el alba
o ese principio de bosque
por donde perder los ojos y el alba
Solía decirme ven
y yo me cruzaba de lado el horizonte,
como si fuese un semáforo sin oposición de fe.
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