Era noviembre en el cielo
el día de la fractura.
Concretamente las nueve y seis.
el día de la fractura.
Concretamente las nueve y seis.
Yo quería una muerte dulce, un ritmo que me
meciese
hasta perder la memoria del ombligo.
hasta perder la memoria del ombligo.
Pero fue un hacha, no un cuchillo fino, un telegrama o una
voz en off.
Un continente de acero me separó la espina
dorsal tantas veces como vidas tiene el tiempo.
Desde entonces no me busquéis en el verbo,
perdí la capacidad de conjugar otros cuerpos.
Esquivo el contacto, mis labios no saben escribirse en otra
historia.
Juro que a vuelcos de corazón hay mujeres que
me desordenan los papeles.
Las intuyo entre mis huellas, las deseo
tristemente, incapaz de hacerme un hueco en el impulso de acercarme.
Solo
como un principiante
que se enfrenta al silencio
sin armas de calor,
vago entre las fotos de los días
como un principiante
que se enfrenta al silencio
sin armas de calor,
vago entre las fotos de los días
consumiéndome en el intento de sentir
que hay alguien al otro lado.
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