Esta emoción depende de factores indescifrables, como por ejemplo que un autobús me deje
en algún punto del norte de Madrid, en el que solo hay edificios y carreteras,
pero en el que también hay una pasarela que abordo cada día,
reduciendo mis pasos, muy lentamente.
Hoy la atravesé escuchando Vetusta Morla y dibujando un poema.
Desemboqué en un arcén inundado de primavera, en el que si alargaba la mano
podía tocar verde y amarillo, como Russell Crowe en Gladiator.
La imaginación me tiende puentes infinitos, para entrar al trabajo de una forma distinta cada día.
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