Hubo una ciudad que se alimentaba de la noche
podríamos decir que cuando caía el sol, desaparecía
o lo que es más grave, mutaba a recuerdo.
Todavía tengo las pupilas de esa habitación
las guardo en una caja de música.
Era una habitación sin paredes, huérfana de persianas
donde lo único visible éramos dos.
A veces todo queda suspendido y
el instante se reduce a cuerpos
que hacen lo posible por encontrarse.
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