distanciarse de la actualidad programada y correr hacia las bibliotecas.
Sembrar el hábito de la lectura, no de corrido o como el que se toma
un vaso de aceite de hígado de bacalao, sino sembrar el hábito de leer
y reflexionar acerca de lo que se ha leído.
Inocularse ese virus que tanto preocupa a la clase dirigente
y contra el que se fabrican cientos de antídotos artificiales.
Que se propague como una plaga.
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