Agosto.
Silencio y pasillos como salas de espera que conectan dos realidades.
El metro es el limbo donde habitan los que no treparon hacia los límites de la ciudad.
Lejos del ajetreo de los meses de otoño o primavera, al transitar las escaleras mecánicas, si cierras los ojos puedes oír una especie de lamento prolongado, como si las emociones y sentimientos de la gente que alguna vez pasó por aquí, estuvieran presentes como recuerdos atrapados bajo tierra, todavía.
Pienso en esa mañana del 11 de marzo y no tengo respuestas de si existe la otra vida, solo sé que esa energía interrumpida de un solo golpe, fluye aquí.
Salgo a la calle, respiro, el sol me cura la espalda y los labios, mientras camino las señales de un nuevo día.
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