Sólo se escuchaba la cadencia de tu pecho,
el ritmo acolchado al compás de cada
segundo.
Se detenía , todo se detenía,
el rojo del semáforo, el viento a los
arboles,
como si cada pieza se ajustase a la
palabra
que sostenías en el cielo de tu boca
y que yo esperaba, haciendo
equilibrio
en el alambre de tus
dudas.
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